La terapia de pareja o familiar es recomendable cuando hay conflictos recurrentes, problemas de comunicación, distanciamiento emocional, o dificultades para manejar cambios importantes como la llegada de un hijo, separación o problemas financieros. También es útil cuando uno o más miembros de la familia están atravesando una situación emocional que afecta la dinámica familiar.

Aunque es ideal que todos los miembros participen, a veces no todos están dispuestos desde el principio. En estos casos, podemos comenzar con los que están abiertos al proceso, y en ocasiones, con el tiempo, el otro miembro puede sentirse más motivado a unirse a las sesiones.

La duración depende de la complejidad de los problemas y de los objetivos que se quieran alcanzar. Algunas parejas o familias pueden ver mejoras en pocas sesiones, mientras que otras pueden necesitar un trabajo más prolongado para resolver conflictos más profundos o arraigados.